domingo, junio 10

Entrada 301: ocho años (y pico) de Kilometro10

Corriendo el maratón de Sevilla en 2012.
Después de mucho tiempo sin actualizar el blog, y como dicen que la cabra tira al monte, uno siente la llamada del teclado. Casualmente, y sin habérmelo propuesto, hice un parón tras publicar exactamente la entrada número 300. De modo que esta es la 301, cifra singular que uno debería reservar para acontecimientos únicos, como una ultratrail espectacular o un maratón místico.
Pero no.
A quienes estéis leyendo esto (ya sabéis que publicar en un blog es un poco como lanzar un mensaje en una botella al océano) os quiero hablar de cosas bastante más mundanas, como por ejemplo mi extraña relación con este bendito deporte que se llama 'correr' (perdonad si me resisto a usar el manido y odioso 'running').
Hace ya algunos años que corro carreras de montaña, especialmente la Cinc Cims, pero también otras muchas que se han ido cruzando en mi caminoo. Correr por la montaña me ha ido bien para dar esquinazo a una vieja lesión en el gemelo, aunque por otra parte no he conseguido en la montaña el nivel que me hubiera gustado; supongo que no he sido lo bastante regular con los entrenos, es fácil. Eso y algunos problemillas de salud que felizmente quedaron en nada, o en casi nada.
El pasado mes de enero, tras correr una vez más la Cinc Cims, tomé la salida en una carrera de asfalto (Cursa de Sant Antoni). Mi cuerpo no estaba acostumbrado a las exquisiteces del asfalto, y supongo que mis músculos y tendones se echaron unas risas cuando empecé a darme cuenta (km.2) de que ese ritmo ya no era para mí. En el km. 5 sentí un latigazo bajo el gemelo y cometí el error de acabar la carrera, un poco cojo y también un poco decepcionado.
Decidí aparcar los entrenos unas semanas y volví. Pero esta vez con cabeza, poco a poco, acumulando pocos kilómetros pero muchos entrenos. Desde marzo, vengo corriendo 3-4 días por semana en pequeñas salidas de 5 km, casi siempre a un ritmo de 5'30". A veces más deprisa, a veces más lento, según me dé.
Poco a poco mis músculos parecen haberse acostumbrado al benevolente ritmo de entrenos, acorde con mis posibilidades reales. Confieso que a veces barajo la posibilidad de empezar a hacer series, de acelerar un poco, de pensar en los tiempos. Ya llegaremos a eso, supongo. De momento, 'chi va piano va lontano'. Ahí seguimos. Por cierto, 8 años ya con este blog, dando la brasa y compartiendo con vosotros las alegrías del deporte y, en general, de estar vivo.
¡
Salud y kilómetros!

domingo, enero 10

10 mitos sobre la Cinc Cims 2016 que no deberías explicar a nadie



Subida al Forrellac, el tercer 'cim'
Mira que ya lo sabes, pero cada carrera te pasa igual: cruzas la meta y ya estás dando la paliza a tu pareja, a tu vecino o a tu compañero de trabajo sobre ese detalle que sólo te interesa a ti (como mucho, y ya es ser optimista, a un colega runner). Si has corrido la Cinc Cims, esa sensación se acentúa porque tienes que contarle a todo el mundo que la bajada del Forrellac es realmente peligrosa, y por supuesto te parece importantísimo compartir que la subida a la Bola era una puta locura, pero el viento soplaba de espalda y, oye, parece que no pero no veas cómo se nota.
Tranquilo, nosotros sí te entendemos. Y para que dejes de darle la paliza a todo el mundo, te ahorro el trabajo: aquí van las diez mitos que no deberías explicar a nadie. En serio, no lo hagas, porque ni tu santa madre te va a entender. Para eso está Kilometro10. Allá van:

1. El subidón de la salida.
¿Cómo hacer que un humano normal entienda esa sensación mágica de la salida? Imposible. Primero, la música, el ambiente, las endorfinas correteando. Segundo, el speaker. Siempre hay uno que la lía, pero lo de este año ha sido memorable. Me quedo con ese dueto surrealista y a capella que se han marcado los dos speakers (subidos a una grúa sobre nuestras cabezas) con el ‘Corren’ de Gossos-Macaco. Y tercero… ay. Ese elemento mítico de toda carrera que se precie: ‘el-amigo-que-llega-fatal-a-la-carrera’.  Todos conocemos uno. Llega fatal, lesionado, adolorido. O ha dormido poco. O se corrió una juerga y dice que va borracho. O (como en mi caso) le pegó una patada a la pared y dice que tiene el dedo pequeño inflamado. Da iguala excusa; el caso es que llega tan mal que va a fracasar y tú le vas a dejar atrás sin piedad. Pero es como ese estudiante que nunca ha estudiado y siempre saca un excelente, así que al dar el disparo de salida sale como una exhalación y ya no lo ves más (así que la humillación es doble). No te rías, tú también lo has hecho alguna vez.

2. El ‘tapón’.
En ediciones anteriores, la Cinc Cims acumuló al menos un par de ‘tapones’ que nos obligaban a parar. Y cuando digo parar, me refiero a PARAR. Con su charla, sus chistes, su selfie y toda la pesca. Este año todos habían oído hablar del famoso tapón, pero no se ha producido, lo cual ha echado al traste mis planes de hacer un ‘Fernando Alonso’ (llevaba las gafas de sol expresamente para eso). En fin, chapeau la organización, que con los ‘cajones’ de salida ha evitado el problema.

3. El ‘cajón de sastre’.
Y hablando de cajones… esto daría para una tesis. La organización decidió dar tres salidas –separadas por 5 minutos– para tres grupos con niveles teóricamente diferentes. Y de forma algo CUPaire, ahora que está de actualidad, nos dijo que nos colocáramos en función de nuestras previsiones de tiempo. Es decir, como nos diera la santa gana. Teóricamente, en el segundo cajón deberían haberse colocado los que tuvieran expectativas realistas de acabar en menos de 3h15. Analizando la clasificación, debería haber sido una minoría selecta. Pero en ese segundo cajón se ha metido hasta la abuela del speaker de la grúa. Ay, ese orgullo de corredor…  

4. ¿Qué me pongo?
La Cinc Cims suele ser una carrera gélida; forma parte del mito: su dureza. Lo habitual es correr con mallas largas, guantes, gorro, buff y lo que se tercie. Este año nos hemos vuelto todos un poco locos, porque las previsiones apuntaban a un clima primaveral, así que nos hemos paseado todos como gallinas en un corral, mirándonos y mirando a nuestros compañeros, preguntándonos: ¿me pongo manga larga? ¿y los manguitos? ¿y si llevo los guantes por si acaso? La verdad es que en el Forrellac más de uno ha echado en falta todo eso.

5. La señora del “pues no les queda nada”
Es como la niña de la curva: todo el mundo ha oído hablar de ella, pero nadie tiene claro dónde vas a encontrarla. Pero ahí está, os lo juro. Asomada a un balcón, o sentada en un banco con los brazos cruzados. O en el pessebre vivent, disfrazada de María Magdalena. Da igual. Ella está ahí para mirarte con sus ojos inyectados en sangre y decirle a su compañera: “pues no les queda nada”. Claro que es mejor que otra figura también mítica: la del espectador-cabrón que, con toda su buena fe (quiero creer) te dice que aceleres, que “ahora ya es todo bajada”. Pero te lo dice justo antes de la última subida del último pico (sabéis a qué subida me refiero, ¿a que sí?).

6. El poli simpático.
Vamos a decirlo alto y claro: esta es una carrera tan atípica que hasta los polis son simpáticos. Lo digo en serio. Lo habréis visto en la carretera tras la Creu d’Aragall. Os juro que había un guardia urbano aplaudiendo. Uno de mis colegas hasta lo ha soltado a lo bruto: “¡Anda! ¡Un urbano aplaudiendo!”. Y el poli en cuestión le ha dado un cachete cariñoso que por un momento me ha hecho olvidar la subida que se avecinaba. Pero eso no es todo: llegando a meta, otro guardia urbano me ha dado la mano (mi velocidad lamentable lo permitía) y me ha dicho: “si llegas a este ritmo a la meta es que eres un máquina”. Casi lloro de la emoción. Lástima que a los 20 metros una rampa ha dejado clara mi condición. 

7. La cuerda de la Creu d’Aragall.
La cuerda de la subida a la Creu no podía faltar en este repaso de ‘míticos’ de la Cinc Cims. Todos sabemos que no hace falta, pero oye, esa cuerda te está diciendo: “eh, tío/a, esta subida es tan jodida que si no es con mi ayuda no podrás”. Y a uno le gusta explicar luego ese detalle a su pareja, a su compañero de trabajo o a su gato, aunque como ya hemos dicho ellos pongan el piloto automático de después de las carreras, porque somos gente muy, muy, muy pesada.

8. El Chupinazo.
Cuando el primer corredor de la Cinc Cims alcanza un pico, se dispara un chupinazo. Bum. Lo oímos todos los corredores, estemos donde estemos. De eso no te libras. Es la manera de enterarnos de que somos unos mierdas, y de que mientras nosotros nos preguntamos si deberíamos saltar ese charquito o echar un traguito al camelback, hay unos fieras que suben como cabras. Este detalle normalmente no nos gusta mucho explicarlo, mira por dónde.

9. El cura y el payaso.
Para seros sincero, no tengo muy claro si esto ha ocurrido o lo ha generado mi estado cataléptico en el último pico. Pero, tras la primera subida rocosa, cuando salíamos a la pista, he visto a un cura acompañado de un payaso. Ambos me han animado, el cura me ha dado su bendición (en serio) y me ha asegurado que con ella iba a correr como un galgo (en esto último se ha equivocado).

10. La maldita rampa de los últimos 200 metros.
Mira que hay kilómetros y kilómetros para que te dé una rampa. Pero no: en la Cinc Cims, ese momento está reservado para el bonito paseo de llegada, justo cuando te ve todo el mundo. El procedimiento se repite sistemáticamente: primero intentas recuperar en la bajada del km.23 todo lo que no has currado en el resto de la carrera. Luego llegas al asfalto, donde te recibe una simpática subida. Es como la manzana de Blancanieves: aparentemente inofensiva. Y entonces llega ella: la rampa. Afortunadamente, puedes estirar justo antes de la curva de llegada y disimular en la recta final, haciendo ver que caminas para saludar a la familia. Si te ha ocurrido, guarda el secreto, por favor.

PD: señores organizadores, felicidades por la carrera. Pero, por favor, cambien la medalla de los finishers que queda muy feo aprovechar la del año pasado ;)

lunes, agosto 3

¿Estamos locos?

Takahiro Sunada: desde 1998 tiene el récord mundial de 100 km en 6h13
Permitidme que os aburra un par de líneas: empecé a correr a los 14 años. Era un freaky, sólo que aún no se había inventado esa palabra. Así que era un tío raro. Solitario, quizá. Algunos domingos (pocos) había carrera popular cerca de casa, la mayoría lejos. Nos juntábamos los raros del momento y corríamos 5, 10, 21km... los más valientes (y más raros aún) corrían el maratón. La ultradistancia, sencillamente, no existía (es una forma de hablar: claro que existía, pero era cosa de cuatro gatos, también solitarios, y por supuesto raros).
Después de los JJOO de Barcelona, pero sobre todo a partir del 2005 -más o menos cuando llegaron el GPS, el iPod, el iPhone, las zapatillas transpirables y los éxitos de Kilian Jornet-, la cosa se desmadró. Para mí fue una gran noticia ver que ya no éramos raros, que las carreras se multiplicaban, que todo eran facilidades. Me di cuenta, también, de que tenía mucho que aprender. Cambié mis viejos libros americanos de atletismo -no había gran cosa editada- por los nuevos libros sobre atletismo, trail, largas distancias... Un chollo. El paraíso de los corredores.
Y ahora me he dado cuenta de que se nos ha ido de las manos. Correr 10 km ha dejado de ser una prueba de fondo y ahora es -o se supone que es- una prueba corta para los que no se atreven con 'lo importante': los maratones, los triatlones, las famosas 'ultras'.
Y me doy cuenta de que ese extremo es un error. De que no vamos bien. Acabar una carrera de 10 km es un gran logro personal y deportivo y merece un reconocimiento, al menos por parte de uno mismo. Todos hemos oído muchas veces el comentario: "y ahora, a por el maratón", como si fuera lo más normal del mundo, sin pensar en que quizá esa persona que acaba de completar 10 km acaba de conseguir el hito deportivo más importante de su vida. ¿No sería mejor que aprendiera primero a manejar la distancia? ¿A pasarlo bien corriendo? ¿O tal vez a correr en menos tiempo?
- "Es un reto: siempre hay que ir a por más".
Creo que a menudo entendemos mal el concepto de 'reto deportivo'. Porque si se trata de hacer más distancia, ¿por qué conformarse con un Iron-Man? ¿O con un trail de 100 km? ¿No es mejor dar la vuelta al mundo? ¿Dónde ponemos el límite?
Personalmente, me encantan las largas distancias. Siempre les he visto un gran atractivo por lo que supone de reto: requiere resistencia, planificación, dosificación, una buena alimentación... y por supuesto muchos kilómetros de entrenamiento. Pero no entiendo esa prisa por pasar del 'nunca había corrido' al 'soy un ultramaratoniano'.
Me pregunto, en resumen, si nos estamos volviendo locos.


domingo, julio 26

(Test) Garmin Forerunner 10: ventajas e inconvenientes

Forerunner 10: en mi opinión, buena relación calidad-precio
Como viene siendo habitual en este blog, os propongo un 'test' sobre un producto que ya lleva tiempo en el mercado (es lo que tiene escribir tu propio blog según sopla el viento, sin patrocinadores ni compromisos que te obliguen a decir ciertas cosas en determinados momentos). El caso es que hace tiempo que quería hablaros del Garmin Forerunner 10. Y, bien mirado, ahora ya me ha acompañado durante unos cientos de kilómetros. Así que allá vamos.
Hace algunos años ya escribí en este blog una entrada sobre el Garmin Forerunner 305, que acabé dejando por sus mastodónticas dimensiones -algo así como llevar un ordenador de a bordo en la muñeca-. Y cuando me hice con la versión 10 de Garmin, lógicamente este inconveniente se resolvió, porque uno tiene la sensación de llevar un 'reloj' convencional, más cómodo y discreto. Esta es la parte buena, pero también he perdido algunas pequeñas ventajas que enseguida os explico.
Empecemos por lo bueno: si no tenéis muchas manías y no queréis convertir vuestra experiencia como corredores en un laboratorio de la NASA, el Forerunner 10 tiene todo lo que podáis necesitar. Es decir: mide las distancias con la precisión necesaria, controla los tiempos como cualquier otro GPS, hace medias y te permite exportar los datos a la web de Garmin -cuando funciona la web, porque tienen sus épocas buenas y no tan buenas, dicho sea de paso-.
Tiene casi todas las funciones habituales de un GPS: desde el modo 'series' -que nunca utilizo porque me parece un coñazo- hasta la estimación de gasto calórico, la media de ritmo (minutos/km), etc. Yo lo tengo configurado de modo que en una pantalla veo los kilómetros recorridos y el tiempo empleado; en otra pantalla, veo el consumo calórico (que me importa muy poco, pero ahí está) y el ritmo que llevo en ese momento. Y en otra pantalla, la hora.
A veces configuro también la función de proyección de tiempo de kilómetro. Me gusta esta información porque tiene en cuenta no sólo el ritmo que llevas en ese momento, sino el que has llevado en todo el kilómetro. Por ejemplo, si en una prueba de Trail caminas 300 metros de subida y luego empiezas a correr en un llano, la proyección tiene en cuenta el tiempo perdido en esa subida en que ibas mordiendo el polvo... y el ritmo de bajada. ¿Qué harás con esta información? Nada, claro. Pero para eso sirven los GPS: para divertirte con informaciones absurdas que no evitarán que sufras cuando quieras sufrir, y te diviertas cuando puedas hacerlo (miento: en realidad esta función es un valioso aviso del reloj para que espabiles un poco si no quieres hacer un tiempo humillante en ese kilómetro duro ;)
Mención aparte la función Virtual Pacer, que es una función potencialmente útil... pero en mi opinión una tortura. Marcas un ritmo medio (pongamos 5'00"/km) y el GPS te avisará con un pitido cada vez que te sitúes por arriba o por abajo de ese ritmo (el pitido es una manera de decirte que has superado la barrera. Una vez avisado, no pitará mientras no salgas de esa 'zona' de ritmo). En otros modelos de GPS, esta función es bastante más sofisticada, y encontraréis un icono de corredor por delante o por detrás como si fuera un videojuego. En esta versión, como habréis concluido ya, es bastante más basica. Y, por cierto, si corréis por montaña, esta función no tiene mucho sentido.

Vale, y ahora vamos con lo 'no-tan-bueno'.
Lo primero es la duración de la batería: unas 6 horas (leo en algún foro que son 5h, pero os aseguro que en el mío dura 6h). Me diréis que es más que suficiente, pero tal vez algún día os pase como a mí: que os dé por hacer alguna prueba de ultradistancia y os quedéis sin batería antes de acabar. El fiasco de quedarse sin referencia de tiempo-distancia es considerable. Y si corréis ultradistancia habitualmente... olvidaos de este GPS directamente.
Otro 'punto débil' es la memoria: podéis almacenar hasta 7 registros -da igual que sean de 1 minuto que de 3 horas y media-. En el ordenador podréis descargarlos todos, pero en el reloj sólo veréis 7. Es un inconveniente menor, pero dejo constancia para los más maniáticos.
Os preguntaréis por la facilidad para detectar el satélite -un clásico-. La verdad es que en este punto no noto ninguna diferencia respecto al 305. Depende de dónde te encuentres y diría que hasta de la posición de la muñeca. A veces he tardado 5 minutos... y a veces 15 segundos. Estaréis de acuerdo conmigo en que los estiramientos se inventaron para llenar el tiempo mientras el GPS localiza el satélite.
Podría aburriros con una extensa lista de detalles y pijaditas técnicas, pero eso lo veréis en la web de Garmin (pongo el link para que los señores del Dpto de Comunicación de Garmin vean que me enrollo, a ver si un día se estiran y me envían algo ;). En cuanto al precio, lo encontraréis por 129 euros en la web oficial de Garmin... pero se vende a unos 95 euros en alguna otra web (a la mierda con mi regalo de Garmin: vuelvo a caerles mal, jeje).
Por mi parte, deciros que estoy contento con el cacharrito en cuestión y que de momento no tengo intención de reemplazarlo. Ah, y si lo compráis ahora, parece ser que está disponible en varios colores, y no sólo en el negro-soso que tengo yo.

sábado, julio 18

Camelbacks, bidones, cinturones... ¿qué es más cómodo para correr por montaña?

Desde que empecé a correr por montaña, hace ya algunos años, he ido probando diferentes sistemas para poder llevar agua. La verdad es que es algo molesto, porque a día de hoy no he encontrado aún un sistema que me resulte cómodo y a la vez efectivo. Pero si vas a correr más de una hora -o menos en los meses de verano-, se hace del todo necesario para evitar disgustos.
Hace años probé con un camelback de bici... ¡craso error! No había caído en que la sujección de este tipo de camelbacks no está pensada para los pequeños vaivenes que se repiten al correr. Los camelbacks de bici acaban botando sobre tus hombros incluso cuando se está acabando el agua, así que... descartado.
Corriendo la 'Cinc Cims' con camelback: al cabo de un rato no te acuerdas de que lo llevas
Sustituí el camelback de bici por un cinturón porta-bidón. Me consta que hay corredores que consideran este sistema cómodo y ligero, pero personalmente no me convence nada. Al haber un único bidón, el peso queda descompensado, y el cinturón acaba moviéndose, de forma que igual tienes el bidón a un lado como se te desplaza hacia delante o hacia atrás. Al final estás más pendiente de ir recolocando el cinturón que de disfrutar. En mi opinión... descartado también.
Mucho mejor el camelback para correr -el de running, que dicen ahora-. Son más compactos y se acoplan mejor a la espalda. Además, al tener diferentes cierres, lo puedes apretar o aflojar tanto como quieras. Lógicamente, cuando lo llevas cargado hasta arriba suele molestar un poco, pero más molesta sufrir una pájara por deshidratación... Yo ya me he acostumbrado a él y lo que hago es cerrarlo por la cinta de arriba y también la de abajo -ambas sobre el pecho-. Cuando voy algo más justo de respiración, como por ejemplo en una subida fuerte, suelo abrirme el cierre superior y me resulta más cómodo.
Cinturón de dos bidones (260ml cada uno).
Para las salidas no muy largas, de una hora o poco más, el camelback me resulta algo engorroso, así que pensé en comprarme algún cinturón con bidones pequeños. Me regalaron uno, con un pequeño bidón de unos 250 ml a cada lado, y no es una mala fórmula. El problema, como casi siempre con los cinturones, es que acaba moviéndose. Pero esto ya depende de las manías de cada uno.

Vale, ¿y qué pasa con las carreras? ¿Llevamos camelback en una carrera por montaña o nos lo ahorramos ya que hay avituallamientos? En el caso de las ultras, la pregunta no tiene sentido porque es obligatorio. Yo solía llevarlo también en las carreras 'cortas', de hasta 25 km por montaña, porque me permitía beber a mi antojo sin necesidad de esperar al avituallamiento. Además, eso te permite incluir fácilmente geles, o el DNI y el móvil si quieres quedarte más tranquilo -insisto: en las de alto kilometraje esto ni se discute-.

Pero en las últimas carreras lo dejé en casa y me limité a esperar al avituallamiento. La verdad es que no me arrepentí para nada: corres más cómodo, con menos peso y con una hidratación más que correcta.
Cinturón de un solo bidón (para mí, algo molesto)
Desde que empezó esta interminable ola de calor, salgo siempre con algo de agua. Incluso ahora que apenas puedo hacer entrenos de distancia media -hago salidas cortas para recuperar el gemelo-, llevo siempre agua. Tan sencillo como llenar un botellín, meterlo un rato en el congelador y salir con él en la mano. Durante 15 minutos, puedo beber agua fría. Durante otros 10, el agua se mantiene más o menos fresca. Y si aún me queda agua más allá de los 30 minutos -procuro que así sea-, apuro sorbitos de agua tibia o me la tiro por la nuca para refrescarme.

Ya veis: ¿quién iba a decir que una necesidad tan simple me hubiera permitido hacer tantas consideraciones? ¡¡Pero puedo deciros que me consta que no soy el único!! :)

domingo, febrero 8

Cursa de Muntanya de Castellbisbal 2015... o cómo subirse al Dragon Khan con zapatillas de running

Perfil de la carrera (finalmente han sido 26 km)
Esta mañana he corrido por primera vez la V Cursa de Muntanya de Castellbisbal. A pesar de tenerla casi al lado de casa, no la conocía (problema solucionado). Debo reconocer que cuando me apunté  infravaloré un poco su dureza, pero a medida que se acercaba la fecha, y tras revisar el perfil, me di cuenta de que no era precisamente una carrera fácil. Lo que no esperaba es que fuera una carrera terriblemente dura.
Si echáis un vistazo rápido, veréis que tiene un perfil rompepiernas; eso lo vi rápido, sí. Pero después de haber participado en la Cinc Cims, con cinco subidas muy potentes y un desnivel acumulado de unos 1.300 m positivos para 26 km, pensé que la carrera de montaña de Castellbisbal no debía de ser muy complicada; al fin y al cabo, ninguna cima subía por encima de los 200 metros...
Pero, como os decía, me equivoqué. En primer lugar, los 24 km anunciados por la organización han resultado ser algunos más (26 km, según mi Garmin). En segundo lugar, el desnivel positivo acumulado supera los 1.100 metros, y la estocada final: las subidas son, sencillamente matadoras. Mención especial a la del km. 14-15, en la que los corredores parecíamos más bien unos desnortados 'caminantes' de Walking Dead.
La carrera tiene una primera puesta en escena deslumbrante: una bajada por senderos, seguida de un tramo de pista que viene muy bien para estirar el grupo y, a continuación, nuevos senderos. El recorrido es una constante sucesión de toboganes más o menos exigentes, pero hasta el kilómetro 8 aproximadamente el circuito es precioso: igual bajas por una trialera que atraviesas un riachuelo pasando por un tablón de madera, o escalas ('escalar' es el verbo adecuado, sí) con la ayuda de una cuerda.
A partir del km 8, el circuito se abre a las pistas y alterna con algunos senderos, esta vez en bajada. Hay alguna colina destacable, como la del km.11, con buenas vistas sobre el río Llobregat, que en este punto divide el Vallès (comarca a la que pertenece Castellbisbal) con el Baix Llobregat. A partir del km.11, nuevas bajadas de Dragon Khan y nuevas subidas para marear.
Lo peor, en mi opinión, viene a partir del km.13: llegamos a la pista paralela al río en dirección Martorell y... a subir. Pero a subir de verdad. Y luego a bajar... con nuevas bajadas vertiginosas. Cuando digo que venía lo peor no me refería solo a la dureza (que también), sino a que el recorrido pierde todo su atractivo. Corremos ahora por pistas arcillosas, caminos salpicados de rastrojos y matorrales... y, finalmente, llegamos a un túnel. Este punto requiere un capítulo aparte.
El túnel, que se encuentra en el km. 17 de la carrera, fue -según me cuentan- un antiguo túnel ferroviario, que al parecer se recuperará ahora para darle un nuevo uso. El caso es que a los organizadores les pareció buena idea meternos por el túnel, y yo coincidiría en que es un punto curioso si no fuera por dos cosas: 1. Nos han hecho correr 1 km prácticamente a oscuras, y 2. El suelo no era precisamente uniforme, sino más bien pedregoso, por lo que es un riesgo bastante innecesario para nuestros maltrechos tobillos. Hubiera estado bien que se colocaran algunos focos repartidos por el túnel, o quizá incluso unas antorchas que convirtieran el paso del túnel en una experiencia singular.
Una vez fuera del túnel, volvemos a las subidas de órdago, en un recorrido que definitivamente se vuelve feo y que rompe un poco la magia de la prueba (con la excepción de los km. 22-24 aprox). Hay que decir, eso sí, que el circuito está siempre bien señalizado y al final había más avituallamientos de los previstos (me ha parecido contar 5 más el de meta).
Al final, una experiencia más; llegamos a meta (que no es poco teniendo en cuenta el escaso tiempo disponible para entrenar), en un tiempo de 3h38' (vamos, igualito que esa joven bestia del trail llamada Pau Capell, que se ha merendado la carrera en 2 horitas peladas y le ha sacado casi 10 minutos al segundo).
Los organizadores tienen entre manos una carrera bonita, pero creo que harían bien en revisar el recorrido, recortándolo si hiciera falta para evitar algunos tramos. También sería interesante en mejorar la información en su web, algo confusa actualmente. Sobre las clasificaciones, en el momento de publicar este post aún no se habían colgado (o a mí no me consta), pero teóricamente deberían publicarse en este link: http://chiprunning-trail.es/clasificaciones-castellbisbal/
Dicho esto, enhorabuena por una carrera en general bien organizada.

domingo, enero 11

Cinc cims 2015: crónica de un despropósito

La Cursa Cinc Cims afrontaba hoy su tercera edición con un reto tremendamente complicado: consolidarse como una de las carreras preferidas por los corredores de Catalunya. Sus dos primeras ediciones habían sido tan exitosas que algún ranking la situaba como la 2ª mejor carrera catalana. Yo tuve ocasión de correr las dos y de hecho hice una crónica recomendándola a cualquiera que quisiera vivir una bonita experiencia. Me duele decir que, esta vez, la Cinc Cims me ha decepcionado. Os explicaré por qué.
Justo antes de salir: sol, 10º... ¡el día perfecto para la Cinc Cims!
Esta 3ª edición lo tenía todo a favor: para empezar, un recorrido precioso, muy bien pensado, dotado con el atractivo de ser una de los más duros en relación a su kilometraje (1.300 metros de desnivel positivo para 26 km). A continuación, una considerable masa de voluntarios motivados e ilusionados, siempre sonrientes incluso cuando el frío arrecia. Y, por último, una fama creciente que se ha extendido como una mancha de aceite. Como decía, el reto era difícil: mejorar lo presente.
Sólo llegar a Corbera, los voluntarios han hecho acto de presencia con su eficacia habitual: en un santiamén hemos aparcado el coche en el lugar que nos han indicado. Un lujazo; buena señal.
Nos dirigimos a la zona de salida, recogemos en un minuto nuestro dorsal (pocas carreras consiguen esa rapidez) y nos dirigimos al WC (limpios y sin colas, ¡magia pura!).
El ambiente, una vez más, envolvente y optimista: música, un speaker hípermotivado (¿qué ha desayunado este hombre?) y sonrisas por doquier.
Bien -me he dicho-: esto es la Cinc Cims. ¡Disfrútala!
Sólo había una cosa que me inquietaba: si en las ediciones anteriores -limitadas a 300 y 500 participantes, creo recordar- hubo colapsos que impedían avanzar en algún punto, ¿por qué este año la organización proclamaba orgullosa que había 1.000 dorsales disponibles? Mmmm... Mal asunto.
Pistoletazo de salida: este año la organización ha decidido alargar el trazado urbano por el pueblo, tratando así de estirar el grupo. Era necesario si quería evitar los molestos embotellamientos.
Lo de menos es si pierdes un minuto o seis; lo que realmente fastidia de estas colas -además del hecho mismo de tener que hacer turnos para correr- es que uno no sabe si esprintar en los primeros kilómetros para coger sitio... o empezar a caminar para no gastar energías innecesariamente, sabiendo que dentro de un par de kilómetros tendrás que pararte.
Pronto saldremos de dudas.
Tras unos minutos de bajada, empiezan las subidas y, oh sorpresa: primeras colas. Estamos en el km 2.5.  Empezamos bien. Pero es que este año llegan antes que el anterior, y peor aún: el parón es total. No hablo de tener que caminar, sino de que nos detenemos en masa. Para pasar el rato, se me ocurre que es buena idea apartarme del camino para orinar. Cuando vuelvo el grupo no se ha movido, así que no hay problema. En el grupo se empieza hablar de que ha salido el safety car (el humor que no falte, eso sí lo tienen las carreras de montaña).
Finalmente, tras algunos minutos, volvemos a ponernos en marcha. El kilómetro -de bajada- nos sale en algo más de 10 minutos. Pero bueno, hemos venido a pasarlo bien y no le damos más importancia.
Empiezan las rampas de verdad para subir a la primera cima: la Creu d'Aragall. Es un pico que conozco bien porque he hecho decenas de salidas por ahí, y en el último mes he subido tres veces, así que me siento optimista y con fuerzas.
Hasta que llega la segunda sorpresa: nuevas colas en el km.7. Esta vez no son 5 minutos: son muchos más. Y el cabreo de los corredores es proporcional, por dos motivos: el primero es que hemos hecho el esfuerzo de correr en la subida... para nada. El segundo es que hace un frío del carajo, y el numeroso grupo de corredores nos sentimos como un rebaño de ovejas (por cierto, mira por dónde, encontramos  algunas de ellas en medio del camino).
El grupo se lo vuelve a tomar a cachondeo: charlamos, hacemos chistes, nos hacemos fotos. Unos y otros aprovechan para contar sus batallitas en tal o cual carrera. Por un momento, pienso que me hubiera hecho ilusión mejorar el tiempo del año pasado, pero ahora eso ya no tiene sentido.
Este kilómetro sale en... ¡24 minutos! Es de subida, sí, pero hombre, 24 minutos...
Por cierto, aclaro que este tapón no se ha producido únicamente en el grupo 'de cola' (no sé si el mío se podía considerar como tal), porque hablando con corredores de diversos niveles todos me comentan que han tenido que esperar (los sub-3h seguramente no).
La carrera continúa. Los voluntarios, como siempre, lucen su mejor sonrisa y animan sin parar. Estos no decepcionan nunca. Llego al km 10... 1h33 minutos. Para ponerse a llorar. Bueno, en nuestro grupito aprovechamos que ya no hay 'tráfico intenso' y nos saltamos el avituallamiento de la Creu d'Aragall para coger ritmo.
Ahora la cosa promete, porque a pesar del monumental atasco nos sentimos con fuerzas y vamos recuperando tiempo. Dejamos atrás la Roca Foradada y luego el Forrellac y el Puig d'Agulles (la famosa y temida 'bola'). El paisaje es tremendo: una pena no haber cogido el móvil para hacer algunas fotos. Hago algunos cálculos y creo que aún podré acercarme al tiempo del año pasado a pesar de todo el tiempo perdido. Algo es algo. Se lo comento a Jordi (Álex y Freddy se ha adelantado, y Joaquín está fuerte).
La bajada pedregosa después de la bola -si os digo 'la rompetobillos', todos sabréis a cuál me refiero- se hace larga por su peligrosidad, pero es bajada, así que allá vamos. Luego viene el llano -ya sabéis: ese llano que siempre sube- y vamos quemando kilómetros y calorías.
Y entonces llega el km.19: punto fatídico para mí en esta Cinc Cims. Justo cuando estamos a unos pocos metros del avituallamiento de la ermita de Sant Ponç -sólo hay que hacer una cómoda bajada a la derecha-... tachán! El grupo decide que no, que el camino es hacia arriba. Ni cortos ni perezosos, tomamos la trialera que sale a la izquierda y venga, manos al cuádriceps que ya queda menos. El amigo Jordi comenta que ha visto un cartel de 'avituallamiento a 500 metros' y que ya deberíamos haber llegado. Yo comento también que ese camino no me suena. Pero ni por asomo imagino que nos hemos equivocado. Cuando llevamos algo más de 500 metros de dolorosa subida, alguien pregunta por las marcas, y todos los que estamos en ese grupo -unos 20 o 30 corredores- nos damos cuenta de que vamos por el camino equivocado... así que todos para abajo, resoplando unos y maldiciendo otros. Sobre todo cuando llegamos de nuevo a la pista y nos damos cuenta de que el camino estaba perfectamente indicado. Es lo que tiene correr mirando sólo al de delante... Mala suerte, esto sí que no es culpa de la organización :)
Llegando a meta: ¡eso no te lo quita nadie!
Desde Sant Ponç, las últimas subidas ya son lo de menos: duelen, claro, pero menos que el hecho de ver que esta carrera se ha convertido en un auténtico despropósito. Jordi resbala y se va al suelo. Yo me concentro en evitar las rampas que el año pasado me dejaron KO a estas alturas. Como este año me he preparado más, finalmente no llegan, así que puedo coronar el Puigmontmany (km. 25 para nosotros, 24 para el resto de corredores) y empezar la bajada.
Finalmente, Jordi y yo llegamos a meta en 3h54, cansados como es lógico, pero contrariados por cómo ha ido todo.
El año que viene me gustaría volver a la Cinc Cims. Pero, si vuelve a haber más de 500 participantes, un servidor se planta. Correr por la montaña es una de mis pasiones. Hacer cola para correr como si estuviera en Ikea... A mí que no me busquen.
Felicidades a los finishers -y a los que lo intentaron-, a los voluntarios -qué grandes- y ánimo a los organizadores para seguir buscando mejoras. Este año, en mi opinión, lo han hecho mal. Ojalá el que viene recuperen su saber hacer para remontar...