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Subida al Forrellac, el tercer 'cim' |
Mira que ya lo sabes, pero cada carrera te pasa igual:
cruzas la meta y ya estás dando la paliza a tu pareja, a tu vecino o a tu
compañero de trabajo sobre ese detalle que sólo te interesa a ti (como mucho, y
ya es ser optimista, a un colega runner). Si has corrido la Cinc Cims, esa
sensación se acentúa porque tienes que contarle a todo el mundo que la bajada
del Forrellac es realmente peligrosa, y por supuesto te parece importantísimo
compartir que la subida a la Bola era una puta locura, pero el viento soplaba
de espalda y, oye, parece que no pero no veas cómo se nota.
Tranquilo, nosotros sí te entendemos. Y para que dejes de
darle la paliza a todo el mundo, te ahorro el trabajo: aquí van las diez mitos
que no deberías explicar a nadie. En serio, no lo hagas, porque ni tu santa
madre te va a entender. Para eso está Kilometro10. Allá van:
1. El subidón de la salida.
¿Cómo hacer que un humano normal entienda esa sensación
mágica de la salida? Imposible. Primero, la música, el ambiente, las endorfinas
correteando. Segundo, el speaker. Siempre hay uno que la lía, pero lo de este
año ha sido memorable. Me quedo con ese dueto surrealista y a capella que se
han marcado los dos speakers (subidos a una grúa sobre nuestras cabezas) con el
‘Corren’ de Gossos-Macaco. Y tercero… ay. Ese elemento mítico de toda carrera
que se precie: ‘el-amigo-que-llega-fatal-a-la-carrera’. Todos conocemos uno. Llega fatal, lesionado,
adolorido. O ha dormido poco. O se corrió una juerga y dice que va borracho. O (como en mi caso) le pegó una patada a la pared y dice que tiene el dedo pequeño
inflamado. Da iguala excusa; el caso es que llega tan mal que va a fracasar y
tú le vas a dejar atrás sin piedad. Pero es como ese estudiante que nunca ha
estudiado y siempre saca un excelente, así que al dar el disparo de salida sale
como una exhalación y ya no lo ves más (así que la humillación es doble). No te
rías, tú también lo has hecho alguna vez.
2. El ‘tapón’.
En ediciones anteriores, la Cinc Cims acumuló al menos un
par de ‘tapones’ que nos obligaban a parar. Y cuando digo parar, me refiero a
PARAR. Con su charla, sus chistes, su selfie y toda la pesca. Este año todos habían
oído hablar del famoso tapón, pero no se ha producido, lo cual ha echado al
traste mis planes de hacer un ‘Fernando Alonso’ (llevaba las gafas de sol
expresamente para eso). En fin, chapeau la organización, que con los ‘cajones’
de salida ha evitado el problema.
3. El ‘cajón de sastre’.
Y hablando de cajones… esto daría para una tesis. La
organización decidió dar tres salidas –separadas por 5 minutos– para tres
grupos con niveles teóricamente diferentes. Y de forma algo CUPaire, ahora que
está de actualidad, nos dijo que nos colocáramos en función de nuestras
previsiones de tiempo. Es decir, como nos diera la santa gana. Teóricamente, en
el segundo cajón deberían haberse colocado los que tuvieran expectativas realistas
de acabar en menos de 3h15. Analizando la clasificación, debería haber sido una
minoría selecta. Pero en ese segundo cajón se ha metido hasta la abuela del speaker
de la grúa. Ay, ese orgullo de corredor…
4. ¿Qué me pongo?
La Cinc Cims suele ser una carrera gélida; forma parte del mito:
su dureza. Lo habitual es correr con mallas largas, guantes, gorro, buff y lo
que se tercie. Este año nos hemos vuelto todos un poco locos, porque las
previsiones apuntaban a un clima primaveral, así que nos hemos paseado todos
como gallinas en un corral, mirándonos y mirando a nuestros compañeros,
preguntándonos: ¿me pongo manga larga? ¿y los manguitos? ¿y si llevo los
guantes por si acaso? La verdad es que en el Forrellac más de uno ha echado en
falta todo eso.
5. La señora del “pues no les queda nada”
Es como la niña de la curva: todo el mundo ha oído hablar de
ella, pero nadie tiene claro dónde vas a encontrarla. Pero ahí está, os lo
juro. Asomada a un balcón, o sentada en un banco con los brazos cruzados. O en
el pessebre vivent, disfrazada de María Magdalena. Da igual. Ella está ahí para
mirarte con sus ojos inyectados en sangre y decirle a su compañera: “pues no les
queda nada”. Claro que es mejor que otra figura también mítica: la del
espectador-cabrón que, con toda su buena fe (quiero creer) te dice que
aceleres, que “ahora ya es todo bajada”. Pero te lo dice justo antes de la
última subida del último pico (sabéis a qué subida me refiero, ¿a que sí?).
6. El poli simpático.
Vamos a decirlo alto y claro: esta es una carrera tan
atípica que hasta los polis son simpáticos. Lo digo en serio. Lo habréis visto
en la carretera tras la Creu d’Aragall. Os juro que había un guardia urbano
aplaudiendo. Uno de mis colegas hasta lo ha soltado a lo bruto: “¡Anda! ¡Un
urbano aplaudiendo!”. Y el poli en cuestión le ha dado un cachete cariñoso que
por un momento me ha hecho olvidar la subida que se avecinaba. Pero eso no es
todo: llegando a meta, otro guardia urbano me ha dado la mano (mi velocidad
lamentable lo permitía) y me ha dicho: “si llegas a este ritmo a la meta es que
eres un máquina”. Casi lloro de la emoción. Lástima que a los 20 metros una
rampa ha dejado clara mi condición.
7. La cuerda de la Creu d’Aragall.
La cuerda de la subida a la Creu no podía faltar en este
repaso de ‘míticos’ de la Cinc Cims. Todos sabemos que no hace falta, pero oye,
esa cuerda te está diciendo: “eh, tío/a, esta subida es tan jodida que si no es
con mi ayuda no podrás”. Y a uno le gusta explicar luego ese detalle a su
pareja, a su compañero de trabajo o a su gato, aunque como ya hemos dicho ellos
pongan el piloto automático de después de las carreras, porque somos gente muy,
muy, muy pesada.
8. El Chupinazo.
Cuando el primer corredor de la Cinc Cims alcanza un pico,
se dispara un chupinazo. Bum. Lo oímos todos los corredores, estemos donde
estemos. De eso no te libras. Es la manera de enterarnos de que somos unos mierdas, y de que
mientras nosotros nos preguntamos si deberíamos saltar ese charquito o echar un
traguito al camelback, hay unos fieras que suben como cabras. Este detalle
normalmente no nos gusta mucho explicarlo, mira por dónde.
9. El cura y el payaso.
Para seros sincero, no tengo muy claro si esto ha ocurrido o
lo ha generado mi estado cataléptico en el último pico. Pero, tras la primera
subida rocosa, cuando salíamos a la pista, he visto a un cura acompañado de un
payaso. Ambos me han animado, el cura me ha dado su bendición (en serio) y me ha
asegurado que con ella iba a correr como un galgo (en esto último se ha
equivocado).
10. La maldita rampa de los últimos 200 metros.
Mira que hay kilómetros y kilómetros para que te dé una
rampa. Pero no: en la Cinc Cims, ese momento está reservado para el bonito
paseo de llegada, justo cuando te ve todo el mundo. El procedimiento se repite
sistemáticamente: primero intentas recuperar en la bajada del km.23 todo lo que
no has currado en el resto de la carrera. Luego llegas al asfalto, donde te
recibe una simpática subida. Es como la manzana de Blancanieves: aparentemente
inofensiva. Y entonces llega ella: la rampa. Afortunadamente, puedes estirar
justo antes de la curva de llegada y disimular en la recta final, haciendo ver
que caminas para saludar a la familia. Si te ha ocurrido, guarda el secreto,
por favor.
1 comentario:
Estaba en la llegada y no me saludaste,como eres... al abuelo hay que mimarlo y darle un abrazo, por cierto sigues genial con el blog.
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