viernes, febrero 24

Sevilla: lo bueno, lo malo, lo que pudo ser... y lo que no fue


Los que me seguís, o de vez en cuando echáis un vistazo a este blog, sabéis que he estado preparando los últimos meses el maratón de Sevilla. Después de unos cuantos años sin correr la mítica distancia de los 42 km, me había vuelto a poner las pilas y tenía previsto completar la distancia el pasado fin de semana. Me había propuesto acabarla, y barajaba correr en 3h50' si las cosas no se torcían. Pero... no pudo ser. Ésta es la crónica de un pequeño gran fiasco: el de no poder cumplir con tus objetivos. Pero, si queréis que os sea sincero, también es historia de un aprendizaje y de una experiencia más. Me niego, como he tratado siempre de hacer, a quedarme sólo con lo malo.

Buenas sensaciones a primera hora...
Contra todo pronóstico, el día del maratón me levanté descansado y con ganas de correr. Había dormido bien, unas siete horas. No estaba nervioso. Sevilla amanecía con un saludable frío matinal y las previsiones apuntabas a unos 18-19 grados de máxima. En resumen, buenas condiciones para correr. Me desplacé a la salida en bus acompañado de Carlos (leed esta otra historia en su blog!). Como era de prever, había un fantástico ambiente en la zona de salida, aunque en mi caso la fiesta quedaba medio aguada por la mala suerte de Carlos, que ya os avanzo que pasó una noche de fiebre y vómitos. Muy mala suerte para un corredor que se había preparado a conciencia para correr en 2h48'!
Pero traté de olvidarme de eso y concentrarme en el maratón. Unos estiramientos, algún que otro trote ligero y a la salida. En el año 99 estuve en este estadio viendo los mundiales. Doce años más tarde, yo mismo me encontraba pisando el tartán, quién me lo iba a decir. Me habría gustado encontrarme con el abuelo runner (por cierto, ¡felicidades por el marcón!) y algún otro blogger, pero fue imposible. ¡Pistoletazo de salida y a correr!

Pistoletazo de salida, y...
Primeros metros en la pista del Estadio sevillano, pasamos por el túnel que conduce a la salida... y entonces lo supe: este maratón no iba a salir bien. No fue una percepción extrasensorial ni una corazonada. No; fue mucho más terrenal: ahí estaba. El maldito pinchazo en la rodilla. Pensaba que las últimas sesiones de fisioterapia y las dos semanas de semi-parón habrían sido suficientes. Pero... mierda, no era así. Eso fue lo que pensé, con estas mismas palabras.
Me pregunté si sería capaz de aguantar todo el maratón. ¿Y si desaparecía el dolor con el calor? Este pensamiento me dio los ánimos para seguir. Los primeros kilómetros fueron pasando sin pena ni gloria a un ritmo de 5'30" aproximadamente.
Pasó la primera media hora, y luego la primera hora completa... y me di cuenta de que no iba nada cómodo. Todo el mundo me pasaba. Observaba a mi alrededor y veía con envidia los movimientos medidos, las pisadas suaves de los corredores. Todo el mundo dosificaba; todos sabíamos de qué va eso del maratón: hay que reservar fuerzas. Y ahí estaba yo: en el km 14, pensando que ya había cubierto un tercio del maratón y que la rodilla chirriaba como las articulaciones del hombre de hojalata.

¡Suerte de mi gente!
Mi primera buena noticia fue que en el km 17 me esperaba mi comitiva particular de animación, todo un lujazo: Alba, Cecilia, Álex (¡gracias, chicos!). Pasé junto a ellos con la mejor sonrisa que pude sacar, les saludé y les dije algo: "esto va a doler". Y vaya si dolió.
poquito después, en el km 19, la cosa empezaba a ponerse realmente cuesta arriba: el dolor en la rodilla se intensificó, con el inconveniente de que empecé a compensar con la pierna derecha el apoyo y, por tanto, a cargarme el cuadríceps más de la cuenta. En el km. 20 (1h52') me paré a hacer unos estiramientos. Sólo fueron unos segundos, pero la vuelta a la carrera fue terrible: dolor agudo que me obligaba a cojear. Bien: eso sí era definitivo.
Mi nueva meta era el km 25: allí volvería a encontrarme con mi gente, y tal vez ocurriera el milagro de que el calor anulara el dolor. Pero no ocurrió: cada cien metros se me hicieron cuesta arriba. Bajé un poco el ritmo y me concentré en llegar hasta el 25. ¿Y si siguiera caminando hasta meta? Serían 17 km, y llegaría en unas cinco horas al Estadio.
Uf, ¿era eso un triunfo? ¿Llegar al estadio cojeando tras caminar 17 km? No. Para nada. estaba claro: en el km 25 se terminaba mi maratón.
Esos tres km del 22 al 25,5 se me hicieron eternos. Tal como estaba previsto, en ese punto me encontré de nuevo con mis tres animadores. Me paré, y aún recuerdo sus caras de desconcierto. "Nada, que no puedo", resumí. "La rodilla", añadí. Y... ¿sabéis cómo reaccionaron después de escuchar mis explicaciones? Con un aplauso y un abrazo. Amigos, ese aplauso sí fue un éxito.
Así que me fui a duchar, me cambié y recogí mi bolsa en el estadio. El resto del día fue para disfrutar de Sevilla, de la compañía de Alba, que no tiene precio, y del buen humor de Ceci y Álex. Y por supuest de algunas cervecitas y de una comida de órdago. Ése fue el éxito del día para mí: no convertir un fiasco deportivo en una tortura.

25 km de aprendizaje...
Por lo demás... ¿qué he aprendido? Pues que cometí un error de novato; exactamente el 8 de enero, día en que corrí 25 km a buen ritmo. O mejor dicho: dos días después, cuando apareció el fatídico pinchazo en la rodilla y decidí no hacerle caso; tocaban series y las hice. Y cuando, días más tarde, corrí la media de Sitges, y luego una tirada de 30 km, y días más tarde otra tirada larga de 30 km... sin querer admitir que estaba lesionado.
Han sido cuatro meses de entrenos, algunos de ellos muy duros. Ahora me vienen a la mente algunos días corriendo a cero grados, y los entrenos de cambios de ritmo por la noche, y los esfuerzos por solucionar las molestias en rodilla y gemelo... Pero no quiero hacer leña del árbol caído. Para mí han sido unos meses muy bonitos, también muy exigentes, y creo que de eso siempre se aprende.
¿Y ahora qué? Pues ahora a descansar. A recuperarme de la lesión y a recuperar también el gusto por correr. Contento de haber ido a Sevilla, de haberlo intentado. Y, por qué no, de haber 'fracasado'. Aunque, como oí decir a alguien en el maratón... "Aquí no fracasa nadie; los que fracasan son los que no han venido". Ole.

4 comentarios:

Abuelo Runner dijo...

Aureli ahi muchas maratones en el panorama para quitarse el mal sabor de boca... lo que esta claro es que hiciste bien, desde mi punto de vista, las rodillas son un bien preciado de cualquier persona y no se trata de hacerlas polvo por acabar un maraton... para mi eres un jabato, se lo que te a costado llegar hasta alli, igual que a Carlos... pero la la fortuna se a cebado con vosotros, darle un abrazo a Carlos y dirle que me envie su correo y le envio su foto.

Juan Pedro Macias Pingarrón dijo...

Increible cronica la tuya. Eres un autentico guerrero, arropado por 3 estupendos escuderos, que supieron ver el esfuerzo realizado por ti para alcanzar el km 25. Fuiste valiente e inteligente abandonando en ese punto kilométrico y no forzando mas, cosa que habría traído consecuencias fatídicas. Ya habrá mas maratones donde resarcirse de esta fatalidad. Un saludo

Jordi dijo...

Hacía días que esperaba ésta crónica, y me entristece bastante leer que una lesión te dejó fuera del maratón. Por suerte, sabes de lo que va este deporte, y te levantarás y lucharás de nuevo. Felicidades por intentarlo, por esos 4 meses de duros entrenamientos, todo suma, ya lo verás.
Un abrazo.

Trirunner (Carlos) dijo...

Amigo, eso digo yo: ¡Olé! Sólo me queda mostrarte en tu blog mi más sincera enhorabuena... por todo el empeño y las ganas que le pusiste desde el día en que te planteaste correr en Sevilla. Quizás el final no haya sido el planteado en un principio, pero está claro que no sólo gana el maratón el que cruza el primero la meta, hay muchos motivos para que uno se sienta ganador, y sin duda alguna, tú los tienes, sólo tienes que mirar a tu alrededor...
Así que ya lo sabes, para mí te llevaste a casa un triunfo mucho más importante que correr la maratón.
Ole!!!