domingo, abril 27

UltraTrail de Barcelona (UTBCN 2014): una aventura de lo más recomendable en el corazón del Garraf.


La Morella. 592 m. Primera subida y vista espectacular
"¡Yiiiiiihaaaaaaaaa!!!" 
No, no os habéis equivocado: esto no es un relato sobre el Far West ni una peli de indios, sino una crónica personal de la Ultrail de Barcelona (www.utbcn.com). Aunque, bien mirado, algunos escenarios (como el del tramo km 12-15) recordaba a uno de esos temibles desfiladeros en los que uno cae irremediablemente en una emboscada sioux. Aquí van unas líneas para intentar narrar mis experiencias en esta carrera tan dura como bonita.


¿A qué venía ese grito de guerra del principio? Pues eso mismo me preguntaba yo la primera vez que lo oí, entre atónito y asustado, en la bajada de La Morella. Álex y Jordi, compañeros de viaje una vez más, se giraron como yo esperando tal vez ver un guerrero indio. Pero no: era una corredora experimentada, de unos cincuenta y pico seguramente, que bajaba como el mismísimo Correcaminos.
- ¡Me encaaaaanta bajar! -gritaba mientras pasaba junto a nosotros -. ¡Yiiiiihaaaaaa!!".
La presencia de la corredora Sioux no sólo nos sirvió para echar unas risas, sino para retomar fuerzas tras la primera ascensión fuerte (La Morella es el segundo pico más alto del Garraf, según me contaron después) y recordarnos que estábamos allí para pasarlo bien. Nuestro objetivo era exactamente ése: pasarlo bien. Y... sí, también teníamos en mente una marca aproximada: acabar nuestra distancia (42 km) en un tiempo de unas 6 horas, tiempo realista para tres corredores que llegaban cortos de preparación (nuestra salida más larga este año habían sido los 27 km de la Cursa Cinc Cims y algunos entrenos por montaña de 20-22 km. Poco bagaje para tanto viaje). Teníamos por delante cerca de cinco horas más: ¡muchos kilómetros en los que podían pasar muchas cosas!
La señalización, muy buena, cosa difícil en una carrera como ésta

Los primeros kilómetros desde Begues pasan rápido, gracias en parte a un recorrido espectacular. Tras unas primeras subidas moderadas por pistas, descendemos durante algún tramo y empezamos a continuación  la subida a La Morella. Una de las virtudes de este tramo del circuito son las excelentes vistas. Aunque el recorrido es exigente (abundan los senderos con rocas, lo que dificulta correr con soltura), la presencia del mar a nuestros pies es un aliciente más que suficiente para que el esfuerzo valga la pena. Atrás quedan Begues, Torrelles y otros pueblos de la parte montañosa del Baix Llobregat. Delante, Gavà, Castelldefels, Sitges... Son cerca de las diez de la mañana y estamos en una de las cimas de la comarca, felices y llenos de vida. ¿No es algo así la felicidad?
Continuamos por una pista que desciende suavemente (con algún que otro tobogán pronunciado), y pasamos a un corredor que camina.
- Era mi primera maratón de montaña, pero tendré que retirarme. Ya iba medio lesionado y subiendo me he acabado de lesionar. Nada, me retiraré en el km.15.
Le deseamos suerte para la siguiente y seguimos. Ahora hemos alcanzado un tramo llano. Quizá el primero en lo que llevamos de carrera, pero durará poco, porque en el km.14,5, tras el avituallamiento, iniciamos una subida entre rocas que se convertirá en el primer castigo de la jornada. Estos últimos kilómetros han sido de Garraf en estado puro: montañas peladas, algo áridas, con ese característico suelo arcilloso que le da un aspecto rojizo.
Unos segundos para tuitear en La Morella. A mi lado, Álex.

- Este camino en verano tiene que ser mortal - dice Álex, leyéndome el pensamiento.
Tras la subida, que dura unos 4 km y es bastante técnica, iniciamos un suave descenso... entre rocas. ¡No vale despistarse! El precio de un tropiezo puede ser un esguince, así que nos concentramos en pisar siempre donde toca. Yo me la juego porque voy sacando el móvil del camelback para tuitear. Lo cual me cuesta algún que otro tropiezo, por cierto, pero sin consecuencias. Afortunadamente, las vistas vuelven a ser de lujo...
Subidas rocosas: ¡hubo unas cuantas! Esta es del km 15 aprox.

Tras los senderos de piedra, el recorrido nos da un pequeño descanso: un corto tramo de asfalto que enseguida nos llevará a una pista. Estamos en el km 20 y comprobamos, contentos, que las fuerzas siguen intactas. Y lo mejor es que seguimos exactamente la media necesaria para acabar en 6 horas. Esto nos da un poco de moral, así que nos animamos a correr sin pausa (ayudados por el perfil suave de este tramo) a un ritmo sostenido de 6'15"-6'30", todo un lujo para una maratón de montaña como la que afrontamos hoy.
Jordi, haciendo el ganso en el km.18, un tramo muy técnico.

Pero las cosas cambian en el km.26, que es el punto kilométrico en el que iniciamos el ascenso a Can Grau. Es probablemente el tramo más exigente, sobre todo porque las piernas empiezan a ir cargadas. Todavía conservamos el buen humor, así que la subida se hace bastante llevadera, pero una vez llegamos al avituallamiento de Can Grau, aparece un invitado incómodo (porque inesperado no era): las rampas. Yo esperaba que llegara por los gemelos, pero lo hace por los abductores (¡nunca me había pasado!). El caso es que me veo obligado a caminar algunos metros, que serán cada vez más, a pesar de que el terreno a menudo acompaña y podríamos correr perfectamente.

El camino ya era rocoso antes de llegar a Can Grau (quizá 2 km de camino pedregoso), pero luego lo es aún más, con la dificultad añadida de que la subida se vuelve muy pronunciada. Hemos aprovechado el avituallamiento para comer algo, y Álex se ha cambiado los calcetines como ha podido (las rampas también empezaban a molestarle).
Km 33: para mí, ¡la peor subida!
Llevamos algo más de 4 horas y todavía mantenemos el ritmo previsto de 6 horas, pero pronto lo perderemos. Este tramo es, como decía, el más exigente de toda la carrera. Cuando alcanzamos la cima (km.33), ya he sacado dos conclusiones muy claras: la mala es que las rampas irán a más, y que no llegaremos en menos de las 6 horas previstas, a pesar de ir bien de fuerzas. La buena es que en realidad era muy consciente de que veníamos cortos de preparación, así que esperaba que eso ocurriera bastante antes.
Continuamos avanzando, ahora en bajada, por un sendero estrecho. La vegetación empieza a aparecer tras un tramo más bien poco generoso en este sentido. Pero las piedras, esas compañeras de viaje... así siguen, amenazando nuestros tobillos con un esguince al menor despiste.
En el km.35 empezamos un nuevo ascenso, que será el último. Además, aparecen a menudo pistas generosas con tendencia a bajar que nos facilitan la marcha. En el km.37, una fuerte rampa en el abductor me impide ya siquiera caminar. Tengo que parar y tratar de hacer algún estiramiento que ponga cada músculo en su sitio.
- ¡Pincha en el lugar de la rampa con una aguja! - me sugiere una corredora que sin duda ha pasado por esta situación. A punto estoy de quitarme el imperdible del dorsal y agujerearme la ingle, pero algo me dice que no vale la pena hacer una escena gore a estas alturas de la carrera. Así que camino tan despacio como puedo y poco a poco voy recuperando la opción de correr.
Jordi se ha escapado hace algunos minutos, animado por nosotros mismos, ya que le vemos bien y sin rampas a la vista (se nota el acopio de magnesio de la última semana, ¡tomo nota!). Álex y yo ya vemos la luz al final del túnel, y mi rampa parece bajo control, así que los últimos 2 km podemos correr muy suavemente.
Enseguida llegamos a Begues y, por tanto, al final de la carrera. Mi primer maratón de montaña. Hace ya casi una hora que se me ha acabado la batería del Garmin, pero Álex me dice que llevamos 6h 27 minutos. No hemos bajado de seis horas, pero bien mirado tampoco está mal teniendo en cuenta las dificultades de los últimos kilómetros. Sea como sea, ¿a quién le importa el crono en una prueba como ésta? Álex y yo sonreímos en la recta final y disfrutamos del momento. Teníamos nuestras dudas... pero aquí estamos, contentos y... en fin, casi enteros.
Tal vez mañana escriba unas líneas sobre esto, me digo mientras nos reencontramos con Jordi, que ha llegado en 6h 11 minutos.
En el servicio de guardarropía cruzo unas palabras con un maratoniano extranjero. Acaba de llegar. Parece mareado, así que le pregunto si está bien.
- It's ok. Catalunya is ver nice - me suelta, entusiasmado.  
El lunes, en el trabajo, a todos los que hemos participado en esta prueba, nos preguntarán "cómo hemos quedado". Nosotros seguiremos sin entender esta pregunta, y nos acordaremos del mar bajo los pies, de la libertad de correr por la montaña, de la felicidad vital de alcanzar la meta...

¡Finishers! El año que viene repetimos




3 comentarios:

ivoserrano dijo...

Genial post!!! Por cierto fui bastante rato junto a vosotros jajaja. Soy el de la camiseta roja y gorra que sale por delante vuestro en la foto "Subidas rocosas". Que gracia me ha hecho verlo ;)

Blogger dijo...

jaja, qué bueno! Lo pasamos bien ;)

Anónimo dijo...

Un final feliz. Suerte tuviste con rampas al final del recorrido. Yo hice la long y en el km 35 ya tenia rampas en abductores.Menos mal que un compañero me puso reflex sino aun estoy allí jaja